A medio siglo del estallido en 1973 de la ‘Guerra de Octubre’, último conflicto bélico nacionalista entre israelíes y árabes en plena celebración de la festividad del Yom Kipur judío y el Ramadán musulmán, las sirenas antiaéreas volvieron a despertar 50 años después a los israelitas activando las alarmas del mundo el pasado sábado 6, ante el ataque militar de las milicias palestinas de Hamás, en respuesta al injustificable apartheid de Israel desde hace 16 años a la Franja de Gaza.
Superando los infranqueables y sofisticados sistemas de vigilancia y defensa de uno de los ejércitos más potentes del mundo, atacaron instalaciones militares causando innumerables bajas, hicieron rehenes, dispararon contra civiles y provocaron cientos de víctimas, más de 1.000 heridos y 150 secuestrados.
Hamás, ganadora de las elecciones de 2006, gobierna en un espacio de 360 kilómetros cuadrados a 2,3 millones de palestinos, el 44% menores de 14 años. Convertida en una de las poblaciones más jóvenes del mundo y uno de los territorios más densamente poblados del planeta, sobreviven bloqueados y asediados gracias a la ayuda humanitaria internacional, alcanzando la indigencia al 80% de la urbe, desde que el gobierno israelí lo declaró “territorio hostil”, tras la victoria en las urnas de Hamás.
Bombardeados durante 49 días por el ejército israelí en 2014 en la Operación Margen Protector como respuesta al lanzamiento de misiles, acabó con la vida de 2.200 palestinos principalmente civiles, y de 71 soldados hebreos.
Resultado de la ‘Guerra de los 6 días’ de 1967 Israel ocupó Gaza y el Sinaí a Egipto, Jerusalén Este y Cisjordania a Jordania y los Altos del Golán a Siria, en su imparable expansión y ocupación territorial. El mapa desde la creación del Estado de Israel en 1948 ha variado 74 años después, tras 8 guerras, tres Intifadas y algunos acuerdos, encerrando a 4,8 millones de palestinos en Cisjordania, Jerusalén Este, y Gaza, aplicando limpieza étnica en parte de las Colinas de Hebrón y el Valle del Jordán. Recuperada mediante acuerdo la península del Sinaí por Egipto, junto a Jordania fueron los primeros estados árabes en reconocer a Israel, hoy reconocida por 164 de los 193 países que forman la ONU.
El cambio de rumbo después de decenios de cruentos y permanentes enfrentamientos llegó con las negociaciones de paz con Egipto y Jordania alcanzando diversos compromisos, seguido de los decisivos Acuerdos de Oslo, firmados por el gobierno laborista de Isaac Rabin, y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), diseñados para ofrecer una solución permanente de paz al conflicto árabe- israelí. La rúbrica de los acuerdos otorgó a los protagonistas, Yasir Arafat, presidente de la OLP; Simon Pères, ministro de Asuntos Exteriores de Israel; e Isaac Rabin, primer ministro israelí, el Premio Nobel de la Paz en 1994 “por sus esfuerzos para alcanzar la paz en Oriente Próximo, sustituyendo la guerra y el odio por la cooperación”. En los acuerdos la Franja de Gaza ocupada desde 1967 pasaba a la soberanía de la Autoridad Palestina, materializada en 2005.
Ciclo bruscamente alterado meses después por el asesinato del presidente Isaac Rabin en Tel Aviv, a manos de un ultraortodoxo contrario a los acuerdos al final de una concentración de apoyo al documento de Oslo, rechazado activamente por el sionismo judío. La radicalidad del Gobierno más ultraderechista de la historia del país, presidido por el imputado en tres casos de corrupción Netanyahu, mantiene sometido al bloqueo marítimo y terrestre al pueblo palestino en la Franja de Gaza desde 2007, convirtiéndola en la mayor cárcel del mundo a cielo abierto en continua agresión cotidiana a la población, vulnerado los derechos humanos y destruyendo sistemáticamente la infraestructuras básicas, incluido hospitales y escuelas, provocando la ofensiva de Hamás.
El anuncio de una devastadora respuesta militar israelí ha comenzado, sometiendo a la población civil al corte de los suministros básicos de energía eléctrica, agua, alimentos y apagando las conexiones, violando una vez más el Derecho Internacional. Acompañado del bobardeo aéreo permanente e indiscriminado de objetivos civiles, masacre que persigue borrar del mapa a Gaza y el exterminio del pueblo palestino. La respuesta de la comunidad internacional muestra que no hay unanimidad en ningún sentido, ni propuesta para un marco de avance hacia una solución dialogada, confirmándose el desorden global evidenciado en la guerra de Ucrania.
Sorprende que las palabras menos utilizadas en los pronunciamientos sesgados de unos y otros países sean paz, diálogo, negociación y acuerdo salvo excepciones, siendo sustituidos por el lenguaje de apoyo bélico a unos o a otros, propios del más agresivo léxico de la guerra. También hemos asistido al caótico espectáculo protagonizado por las autoridades europeas, que inició el Comisario de Vecindad, el ultraderechista húngaro Oliver Varhelyi, miembro del Fidesz, el partido del autoritario Viktor Orban, genuino representante del sionismo católico de la ultraderecha europea, anunciado la suspensión de la ayuda al desarrollo que asciende a 691 millones, comisario que ya bloqueó 200 millones el año pasado, al considerar que en los libros de texto que estudian los jóvenes palestinos había contenidos antisemitas, mostrando su profundo desconocimiento al ignorar que también son semitas los palestinos.
Las protestas de varios países entre ellos Francia, España , Irlanda y Luxemburgo llevaron a la Comisión Europea a corregir la intención del comisario, manteniendo las ayudas y reclamando de Israel el respeto al Derecho Internacional, denunciando los cortes de suministros a la población palestina. La reacción de la comunidad internacional y el tratamiento mediático al conflicto han desvelado una vez más la hipocresía política dominante, en particular de la UE y EEUU al calificar de terroristas a los unos y negar el terrorismo de estado continuado de los otros, proclamando el derecho de Israel a defenderse que niegan desde hace cuatro generaciones al perseguido pueblo palestino.
Silenciando las causas estructurales del conflicto y callando ante el incumplimiento sistemático de las resoluciones de la ONU por parte de Israel, ignorando la violación permanente de los derechos humanos y la fragmentación de Cisjordania mediante la colonización generalizada contraria al Derecho Internacional. Los crímenes de lesa humanidad, la construcción de 700 kilómetros de infranqueable muro encerrando a millones de inocentes e ignorando el derecho a la resistencia frente a las violaciones sistemáticas de los derechos nacionales palestinos. Irónicas han resultado también las declaraciones del presidente ucraniano Zelenski, que invadido por los rusos como los palestinos por los israelíes, se ha solidarizado y mostrado su apoyo al homólogo sionista Netanyahu.
Quizás dos informaciónes difundidas estos días por el periódico Haarertz, uno de los más antiguos de la prensa israelí que apoyó como ningún otro los acuerdos de Paz de Oslo, aclaren algo respecto a la clave del conflicto, que pasa por la creación del Estado Palestino con Jerusalén como capital compartida. La primera noticia publicada por Haaretz dice: “Cualquiera que quiera contrarrestar la creación de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamás, y la transferencia de dinero a Hamás”, dijo Netanyahu a los miembros del grupo parlamentario de Likud de la Knesset en 2019, añadiendo “Esto forma parte de nuestra estrategia”,
La segunda información afirma: “Gracias a la canalización de millones de dólares qataríes hacia Gaza, con la repetida aprobación de Netanyahu como parte de una política deliberada y maliciosa destinada a enterrar la solución de dos Estados, Hamás adquirió capacidades militares desmesuradas”
Mensaje claro para disipar las dudas de quienes creen en la voluntad del actual Gobierno israelí de una solución negociada que lleve a la paz, poniendo de manifiesto que más que de una guerra se trata de la ocupación y genocidio. Cuando se cumplen cinco décadas de aquella guerra que durante 20 días enfrentó a Siria y Egipto contra Israel por territorios, conviene no olvidar que provocó la primera crisis mundial del petróleo, empobreciendo a las mayorías sociales e iniciando el ciclo de enriquecimiento de las élites de los países teocráticos del Golfo Pérsico, violadores de los derechos humanos que hoy andan comprando medio mundo a golpe de petrodólares. Al rey de Babilonia Hammurabi, promotor del “ojo por ojo y diente por diente”, lo corrigió siglos despues el líder de la no violencia Mahatma Gandhi: ‘ojo por ojo y el mundo acabará ciego’. Es hora de que las instituciones internacionales competentes no cierren los ojos y detengan el exterminio del pueblo palestino.